jueves, 21 de marzo de 2013

Érase una vez un Abercrombie

No podía moverme, estaba paralizada. La luz que se filtraba por los cristales del techo del centro comercial dibujaba su silueta por todo el suelo. No podía creérmelo, estaba ahí, después de todos estos años sin vernos, como si nada, ni siquiera se dignó a mirarme. ¿QUIÉN SE CREÍA QUE ERA? ¿UN MAROMO DEL ABERCROMBIE? Ah si.. que lo era... Bueno, da igual, ¿Qué pasaba?, ¿es que yo no merecía un poco de atención maromil? Me recoloqué las tetas y puse mi mejor pose de postureo. Me encantaba el postureo, era chachi.
-Ola k ase?-le dije con mi mejor tono de choni-
-¡SPAGHETTI DE BUITONI!¡PIZZA!¡MACARRONI!¡MOZZARELLA, BELLA SIGNORINA!¡MOZZARELLA!-dijo con un perfecto acento italiano. Dios como me ponía-.
-¡PIETRO!-dijo abriéndome los brazos-
-¡BELLA!-no le dio tiempo a acabar de decir mi nombre cuando me tiré en sus brazos y le planté el morreo del milenio mientras todas las tías nos miraban con una mezcla de deseo y pasión-.

Cada vez que le veía acababa en medio de una orgía con 8 maromos del Abercrombie sin saber muy bien cómo, y esa es la razón por la que siempre quería verle. Pietro y yo nos habíamos criado juntos en Las Vegas cuando la guarrilla de mi madre y yo nos habíamos ido a vivir allí con su novio. Nos pasábamos el día juntos, era lo único que me gustaba de Las Vegas, él. Su acento italiano me enamoraba, todo en él me enamoraba, desde los lunares de su espalda hasta su pelo, su rubio, brillante y despeinado pelo. Teníamos un plan para fugarnos juntos cuando mi madre tuvo la grandiosa y magnífica idea de mudarnos a Phoenix... recuerdo ese día a la perfección porque me bajó la regla mientras bebía vodka para olvidar que ya no vería todos los días a Pietro.

Ver a Pietro me provocaba muchas sensaciones, como la que sientes cuando la lluvia roza tu cara, o cuando el viento mueve su pelo y hueles su olor, o cuando te presta su chupa de cuero y huele tan jodidamente bien que mojas las bragas... Pero en ese momento lo único que me hacía sentir era añoranza. Añoranza por ver a Edward, por ver sus músculos perfectos, su rostro, su pelo despeinado, por olerle...Oh su olor... Qué hombre era dios mio... Y ya no era mio. En verdad no sabía si algún día había sido mio de verdad, tenía una obsesión malsana -SI, ADEMÁS DE LA DE LOS CACTUS TENÍA MÁS- de apropiarme de los maromos que veía...Tal era la cosa que medio Estados Unidos era de mi propiedad. La cosa es que Pietro ya no me hacía sentir como antes, osea, seguíamos haciendo cosas nazis donde tocase y eso, pero... ya no era tan importante para mi, era como si ya no le quisiese, como si el botón que tenía de "QUIERE A ESTE MAROMO" se hubiese apagado... Así que volví a poner mi mejor pose de postureo y me dirigí a la salida, justo cuando Edward entró brúscamente en el centro comercial en moto, me agarró, me besó, me empotró encima de la moto y nos fuimos en busca del crepúsculo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario